a. Debemos recordar que no estamos preparando nuestros hijos (biológicos o espirituales) para un examen de teología (es decir, no limitarnos a enseñarles teoría) sino para el verdadero examen de la vida en la cual encontrarán “aflicciones”, “tentaciones”, “pruebas” y allí necesitarán más que teoría, haber visto una vida en la cual las Verdades del Evangelio hayan sido aplicadas –sin que esto implique que no haya habido tropiezos, ni caídas, ni fallos-; que podamos decirles “síganme a mí, como yo sigo a Cristo”;
b. Lo anterior no implica que no les enseñemos la Palabra sino que modelemos una fe genuina, es decir, una “fe no fingida” como lo hicieron Eunice -madre- y Loyda –abuela- de Timoteo (discípulo de Pablo), para lo cual debemos recordar que la “fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17)
c. Al igual que Cristo murió en la cruz para que recibiéramos nuestro legado (herencia), así mismo, el modelar una fe genuina implicará para nuestras vidas, un constante morir a nosotras mismas.
Oración: “Señor, Tú que te diste a Ti mismo en la cruz a fin de que nosotras recibamos “todo lo que pertenece a la vida y a la piedad”, ayúdanos a darte a Ti que eres la VERDADERA VIDA Y ESPERANZA a aquellos que vienen detrás nuestro; que ellos puedan “seguirnos a nosotras, según nosotras sigamos Tus Pisadas. En Cristo Jesús, oramos. Amén
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