“Bienaventurado el que
piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová.”
Salmo 41:1
El mensaje de la
imagen que encabeza esta reflexión puede leerse en dos sentidos: a) solo tengo
esta vida para ayudar a los demás; o, b) las necesidades alrededor nuestro son “una
vida para ayudar”.
Un personaje que
caracteriza lo opuesto a la “Mujer Bienaventurada” de esta reflexión –una que
ayuda al necesitado- es el famoso “Ebenezer Scrooge” de la novela de Charles Dickens
“Cuento de Navidad. Aunque el enfoque de dicha novela no es bíblico, el perfil
del personaje –avaro, miserable, falto
de misericordia, de corazón duro y con odio hacia un símbolo cristiano: la celebración
del nacimiento de Cristo- ilustra rotundamente una persona “desventurada”.
Varios
comentaristas coinciden en que “el pobre” al cual se refiere el Salmo 41:1 es una
persona necesitada, débil o enferma. Por otro lado, la frase “piensa en el
pobre” tiene que ver con cuidado, prestar atención o ayuda; este mismo
principio lo encontramos en Proverbios 14:21 cuando señala “…Pero el que tiene misericordia de los pobres es bienaventurado…”; los
pasajes de la Palabra que contienen promesas (o advertencias) de Dios para los
que se acuerden (o, en su defecto, sean indiferentes o maltraten) a los pobres
o necesitados son múltiples.
Una de las
virtudes de la mujer de Proverbios 31 que lleva a sus hijos a llamarla “bienaventurada”
es que ella alarga “su mano al pobre” como
muestra de su corazón misericordioso.
CUIDADO!! Al escuchar
esto, podemos sentirnos motivadas a “ayudar” por las razones equivocadas; es
decir, buscando la “bienaventuranza propia” en lugar de la ajena; tristemente
es una mala enseñanza muy “en boga” en el llamado “pueblo de Dios”; sin
embargo, recordemos que Dios no ve lo que las personas ven, sino que El ve el corazón…y
de El nadie se burla.
El propio Salmo
41 -y la historia de Job (Job 29:11) desmienten tales enseñanzas. En el salmo
vemos salmista -quien había ayudado a los necesitados- padecer enfermedad, persecución,
traición, afrenta, burlas pues estaba atravesando “el día malo” que el mismo versículo
anuncia que llegará con seguridad. Entonces, podríamos preguntarnos: cuál es la
bienaventuranza de haber ayudado al pobre si de todas maneras llegará ese “día
malo”?
En Hechos 20:35 el
apóstol Pablo exhorta a recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más
bienaventurado es dar que recibir.”
En el mismo Salmo
41 encontramos que la bienaventuranza consiste en (i) la satisfacción de la
obediencia a Sus mandatos (v.12a), (ii) de reconocer Su Presencia con nosotros
en medio de las aflicciones (v.3, 12b), (iii) de contar con Su Misericordia
(v.10), (iv) con Su Favor (v.11).
Todavía hay mas:
nuestro diseño como mujeres es precisamente ser “ayuda” con lo cual nos
parecemos a Nuestro Ayudador; o aun mas, en Lucas 6:35-36 aprendemos que el ser
misericordiosas es consecuencia de ser hijas del Altísimo; con lo que logramos
la mayor bienaventuranza que es cumplir el propósito de nuestras vidas: ser conformadas
a la imagen de Su Hijo quien dijo que quien lo ha visto a El, ha visto al Padre.
Ser mujeres
bienaventuradas no depende de las circunstancias sino en Su Manifestación a
nuestro favor cuando guardamos Sus Mandamientos (Juan 14:21).
En caso de
parecernos al personaje de Charles Dickens; pudiera ser esta la razón por la
que en mi “día
malo”no experimento Su Presencia Manifiesta como el salmista del Salmo 41?
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