El Dios Bienaventurado


 
“…del Dios bienaventurado…”
1 Tim. 1:11

“… el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes y Señor de señores…”
1 Tim. 6:15
 
Luego de pasarnos todo un año revisando las bienaventuranzas que nos han sido dadas por Su Gracia –externas e internas; materiales y espirituales-, hoy concluimos con un título que quizás haya sorprendido a algunas que desconocían que nuestro Amado Dios y Señor también es BIENAVENTURADO, siendo éste uno de Sus Atributos  (es decir, un aspecto de Su Carácter) que podría pasar desapercibido ante otros “más enseñados” como son Su Santidad, Su Soberanía o Su Omnisciencia.
Como hemos visto durante el transcurso del “bienaventurado 2012”, Él es la fuente de nuestras bienaventuranzas por lo que para otorgárnoslas, EL mismo tiene que estar lleno de ellas.
Podrías estar preguntándote “si bienaventurado significa FELIZ O DICHOSO” y nuestras bienaventuranzas provienen de Él, es decir, EL es Quien nos hace bienaventuradas –nada ni nadie más-; entonces, “Qué/Quien hace a Dios bienaventurado?”.
Según Wayne Grudem, la bienaventuranza de Dios “significa que Dios se deleita plenamente en Sí mismo y en todo lo que refleja Su Carácter”; o sea, Su Satisfacción, Felicidad y Plenitud proviene solamente de EL mismo y todo aquello que lo refleje a El –esto es, Su Creación incluyéndonos a nosotras en la medida en que nuestras vidas honren Su Nombre -.
 En palabras sencillas, Dios no necesita a nadie –o sea, ni a ti ni a mí- para ser feliz; como dice “tío Tony” en su libro “Dios es más que suficiente”: “Dios es todo lo que Dios mismo requiere”; ese atributo de Dios nos baja el ego si es que alguna vez hemos pensado que “Dios me necesita para algo” y así lo afirma Efesios 1:23 cuando señala que El “…lo llena todo en todo”.
Como “Mujer Bienaventurada en Cristo” estoy llamada a imitar a mi “Padre Bienaventurado” encontrando mi satisfacción en lo que a Él lo deleita: El mismo y Sus Obras…esa ha sido la meta de esta aventura que hoy concluye en este blog pero que debe seguir durante todos nuestros días sobre esta tierra, pues, se acaba la serie pero nunca nuestras bienaventuranzas que son eternas como Él es eterno.

A través de la historia, las personas han dedicado sus vidas a la “búsqueda de la felicidad”; sin temor a equivocarme, deben haberse escrito millares de libros sobre el tema –yo misma llegué a leer algunos con ese título o similares-; se han desarrollado innumerables métodos; se han implementado incontables programas que al final dejan las personas vacías; porque la búsqueda es vana si no venimos a la Única Fuente que nos podrá saciar esa necesidad de nuestra alma: El Dios Feliz/Dichoso/Bienaventurado y nos sometemos a Sus “Métodos”.
Ante esa Fuente, nuestra búsqueda termina y podremos saciarnos una y otra vez por toda la eternidad porque es una Fuente Inagotable…Infinita, Eterna.
Cuando el enemigo de nuestras almas traiga a nuestra mente sus mentiras de que somos desdichadas, “pobrecitas yo” o desamparadas debemos asirnos fuertemente a la verdad de que en Cristo y por Cristo somos más que bienaventuradas!:
Tengo un Dios Bienaventurado
Quien no escatimó ni a Su Hijo Amado
Para darme todo cuanto he necesitado
Soy bienaventurada porque a Su Reino Él me ha llamado
Me ha elegido, me ha lavado y todos mis pecados
En Su Cruz los ha perdonado
A Él sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.

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