Testimonio de Marisol Tavares:
El pasado 28 de noviembre del 2009 cuando recibí la solicitud de compartir mi testimonio, comencé a pensar y a buscar en mis diarios; permitiéndome apreciar cuán hermoso ha sido el Señor para conmigo, cuán fiel ha sido a Su Palabra, ni una sola de las palabras que me ha dado ha faltado. Dios ha sido fiel, a pesar de mí, porque El no se niega a Sí mismo.
Ya siendo cristiana, el ideal de mi vida era como sigue:
Tener un buen trabajo, que fuera realmente significativo; y… también servir a Cristo;
Alguien a quien amar, y ser de ayuda a los demás, especialmente a mi familia de la fe, a mi familia de sangre, entre otros
Siempre con planes en mente: vacacionar todos los años, visitar diferentes países, recibir la visita de seres queridos.
Pensaba que en eso se basaba mi “felicidad” y como puede observarse, a simple vista, no hay nada pecaminoso en esos deseos, por lo que pensaba que Dios aprobaría mis proyectos.
Pero como Buen Padre, mi Dios tenía mejores planes para mi vida, pues, en mi planificación realmente no estaba apoyando mi confianza en El ya que no tenía una genuina dependencia de El.
En el año 2001 había empezado Su obra preciosa en mi vida, para liberarme de la autosuficiencia y darme la bendición de depender de El. Para esta época había perdido muchas cosas y ni siquiera un empleo tenía. Sus Palabras para mi vida en ese momento fueron “Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: Yo soy el Señor tu Dios, que te enseña para tu beneficio, y que te conduce por el camino que debes andar” Isaías 48:17.
Hoy entiendo que este trato de Dios con mi vida me ha dado una nueva perspectiva de lo que es “felicidad” pues antes entendía que debía tener posesiones materiales o contar con personas para lograrla. Hoy sé que es primero Dios.
A mediados del 2004 me quedé nuevamente sin empleo por lo que dadas las circunstancias a finales de ese año, me ví precisada a dejar mi cómodo apartamento, deshacerme de unos cuantos enseres del hogar para mudarme en la propiedad (a medio construir) de una de mis hermanas. Fue un verdadero reto, espiritual, físico y material. Cada día trabajábamos algo nuevo para acomodar el techo que Dios en Su Inmenso Amor y Bondad había provisto para mi vida en este tiempo.
Debido a que no tenía empleo y que los ahorros los invertía en concluir las obras mínimas necesarias para mi mudanza a este lugar, llegó un momento en que se me agotaron los recursos. Allí me encontraba con las manos literalmente vacías; y viviendo en un lugar que en ese momento me ofrecía muy poca o ninguna comodidad pero que me enseñó a “estar contenta con techo y abrigo” como nos enseña el apóstol Pablo y así pude comprobar que Su Provisión para mi vida nunca llegó tarde.
En ese tiempo había empezado a asistir a una nueva iglesia después de unos meses de desierto espiritual, llegué allí herida, airada, desconfiada, estaba como “rota”, pero dispuesta a mantener mis ojos fijos en el Señor, no tomando en cuenta lo que me rodeara.
Continúa...
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