Al esperar
pacientemente, al esperar con esperanza, al esperar confiando…el salmista vio
obrar a Dios porque debemos recordar que “es necesario que el que se acerca a
Dios crea que El existe y que recompensa a los que Le buscan” nos dice el autor
de Hebreos en 11:6 pero ese versículo inicia declarando que “sin fe es
imposible agradar a Dios”; por tanto, para esperar como el salmista necesitamos
ejercitar nuestra FE en Dios, en Su Palabra, en Sus Promesas; creyendo a Isaías
49:23 que no serán avergonzados los que en El esperan.
Si nos desesperamos,
desmayamos, tiramos la toalla, dejamos de proseguir a la meta…nos perdemos de
estar en aquel lugar donde veremos a Dios “acercarse/inclinarse/descender a nosotros”;
aun mas, no disfrutaremos ver Su Bondad manifestada al escuchar y responder
nuestro clamor; aquel clamor que ya pensábamos que no había pasado del techo;
pero que por el contrario, había llegado al mismo corazón amante, rebosante de
gracia y de misericordia de Nuestro Padre Celestial. Si te sientes desmayar en este momento te
invito a leer esta meditación titulada “No desmayemos” http://salmos375.blogspot.com/2009/08/no-desmayemos.html
Por lo tanto,
espera, confía, aguarda…que El vendrá en tu ayuda…te sacará del pozo de la
desesperación (hundida, sin luz, sin suficiente aire, ahogándote; en el
original se refiere a “calamidades y peligros mortales”); se ensuciará Sus
Manos para limpiarte de los estragos del pozo cenagoso, te pondrá sobre la Roca
Firme, te guiará; cuando veas lo que Él ha hecho, tu corazón agradecido alabará
Su Nombre y serás de testimonio a muchos, quienes también pondrán su confianza
en El (v.2-3)
Es precisamente en
ese momento cuando nos damos cuenta que no solamente fue bueno esperarlo sino que también
fue lo mas sabio que pudimos hacer; es allí, cuando
descubrimos la “bendición/bienaventuranza de la espera”...ni un minuto antes ni un minuto despues; y, al igual que el
salmista podremos decirnos a nosotras mismas y gritarlo a los cuatro vientos
“cuan bendecida fui de haber esperado al Señor”; en ningún modo consideraremos que desperdiciamos nuestro
tiempo. Esperarlo a El, siempre vale la pena.
Cuando
Lo esperamos a El, estamos honrando Su Nombre; estamos diciéndole a El, sin
palabras, yo confío en Ti, en Tus Planes para mi vida; yo creo a Tu Promesa de
que Tu haces que todas las cosas cooperen para mi bien, de que Tu Voluntad para
mi vida es buena, agradable y perfecta. Esperar pacientemente al Señor es
rendirnos en Sus Brazos Eternos de Amor.
Cerremos la meditación
de este día con una oración a Aquel es Digno de Nuestra Confianza basada en
Hebreos 10:35-36: “Señor, ayúdanos a no perder nuestra confianza, a la cual Tú le
otorgas una gran recompensa, pues nos es necesaria la
paciencia, para que, habiendo hecho Tu Voluntad, obtengamos la promesa. En
Cristo Jesús te lo pedimos. Amen”.
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