Y
bienaventurada la que creyó que tendrá cumplimiento lo que le fue dicho de
parte del Señor. …Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva; pues he aquí, desde ahora en adelante todas las
generaciones me tendrán por bienaventurada.
Lucas 1:45, 48
Debido a la
época en que nos encontramos, muchas deben haber descubierto que la “Mujer doblemente
bienaventurada” como lee nuestro título de hoy, es María, quien tuvo el
privilegio de llevar a Jesús en su vientre, por lo cual fue llamada “bendita
entre las mujeres” por el ángel que le comunicó tan especial noticia.
Las palabras del primer versículo para esta
reflexión (Lucas 1:45) salieron de los labios de Elisabet, prima de María, cuyo
vientre también fue bendecido por Dios a pesar de ser una anciana que había
perdido las esperanzas de concebir por lo que ya no sería llamada “estéril”.
Elisabet conocía de primera mano las
consecuencias de no creer las palabras o promesas anunciadas por el Señor al
ver a su esposo Zacarías enmudecer debido a su falta de fe según narra el
capítulo 1 del Evangelio de Lucas; al parecer su esposo le había comunicado –pudo
ser por escrito- lo acontecido con el ángel ya que cuando los vecinos quisieron
darle su nombre a su hijo, ya Elisabet sabía que debía llamarse Juan.
Por ende, al conocer que María SI había
creído “lo que le fue dicho de parte del Señor” pudo anticipar las bendiciones
que se derivarían para su prima por haber puesto su confianza en que EL
cumpliría Su Palabra.
En su libro
“Creerle a Dios”, “mi prima” Beth Moore nos enseña que no es lo mismo CREER EN
DIOS que CREERLE A DIOS; en nuestro caso, María fue considerada bienaventurada
por haberle CREIDO A DIOS. María demostró ser una joven de fe y de conocimiento
de Su Palabra como se evidencia en la adoración que elevó al Señor que es
conocida como “El Magnificat” donde exalta la grandeza de Dios y reconoce su
pequeñez, su debilidad, su sometimiento a Dios y su necesidad de un Salvador
(es decir, humildemente sabía que era pecadora) –Lucas 1:46-55-.
Y es
precisamente en esa valiosa pieza de adoración donde encontramos la segunda
bienaventuranza con relación a María, la cual brota de sus propios labios
cuando expresa en Lucas 1:48 que sería considerada por todas las generaciones
como una mujer bienaventurada, no por algo que hubiera en ella –pues se mira a sí
misma como ocurrió con Isaías en el capítulo 6 de su libro al contemplar la majestad
y santidad de Dios; ella pudo verse como una humilde sierva; es decir, acepta
que Él es el Señor-.
Ella sabía que
su bienaventuranza no provenía de ella sino por las “grandes cosas” que el
Poderoso le había hecho a ella; y en lo adelante quita los ojos de SI misma y
adora a Dios por Su Santidad (v.49), Su Misericordia (v. 50), por Su Poder (v.
51,52), Su Compasión y Justicia (v.53), Su Fidelidad (v.55).
Su doble
bienaventuranza proviene de su fe y de haber sido elegida por El para mostrar
Su Incomparable Obra a través de ella.
Reflexión: Cómo
te percibes hoy: “bienaventurada como María con un corazón y labios rebosantes
de adoración” o “enmudecida como Zacarías sin poder contar Sus Maravillas debido a tu incredulidad”?
Recuerda que sin fe es imposible agradar a Dios, por eso ponte a cuentas con El, confiesa tu pecado y pidele que "ayude tu incredulidad".
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