De manera sorprendente,
nos encontramos en la recta final del “Bienaventurado 2012” y si continuáramos
nuestras reflexiones tomando un versículo para cada una, no tendremos días suficientes
para concluir nuestro recorrido por el “Jardín de las Bienaventuranzas”; como
dice la canción “no sé tú, pero yo…” no me había dado cuenta de cuán florido es
este hermoso jardín (o sea, cuán bienaventuradas –felices/dichosas/bendecidas- somos
aquellas que por Su Gracia hemos sido llamadas Sus hijas).
Con el propósito
de “aprovechar bien el tiempo” que nos resta en este año, hemos preparado unos
ramilletes de bienaventuranzas tomando en cuenta el tema que tratan. En esta ocasión
corresponde al ramillete de “la obediencia”.
Este
ramillete está compuesto por flores de los Salmos (119:1-2; 128:1); de
Proverbios (8:32-34; 28:14; 29:18), de los Evangelios (Lucas 11:28; Juan
13:17), de la carta de Santiago (1:25) y hasta de Apocalipsis (22:7).
Que tienen
en común estas “flores” para que las coloquemos en el mismo ramillete? Todas
nos permiten disfrutar el grato olor de la obediencia presentada en sus
fragancias “temor a Jehová”, “andar en Sus Caminos”, “guardar Sus Testimonios”,
“guardar Su Ley”, “escuchar Su Voz”, “oír Su Palabra”, “practicar lo aprendido”,
“ser hacedores y no solo oidores”, entre otras.
Observando
este ramillete nos damos cuenta que ni por “saber” ni por “oír” la Palabra ni
la obra de Jesús seremos llamadas bienaventuradas; sino que la “dicha” llega cuando
la ponemos en práctica.
Cuando nos quedamos
en la primera parte (saber/oír) es igual a ser diligentes en visitar el médico
al sentir alguna molestia; salir del consultorio y comprar las medicinas que
nos haya indicado y luego llegar a la casa y guardarlas en el botiquín sin
tomar la dosis que se nos recetó; como si fuéramos a ser sanadas por el simple hecho de llenar
nuestro botiquín de cuantos medicamentos nos haya indicado el médico.
Recuerdo una
ocasión en que alguien me confrontó diciéndome “tú crees que porque compraste
la medicina te vas a sanar sin tener que tomarla?” Lo mismo ocurre con la Palabra; erróneamente pensamos que por “saberla/conocerla/oírla”
es suficiente; sin embargo, la misma Palabra es clara diciéndonos que si no la
ponemos en practica “nos engañamos a nosotras mismas”; por lo tanto, quien así
haga, no será llamada bienaventurada.
Tenemos que
reconocer que en ocasiones el “medicamento” que se nos ha prescrito tiene un
sabor “amargo” por lo que preferiríamos evitarlo –o por lo menos hacer creer a
los demás que lo hemos tomado aunque a la menor oportunidad nos deshacemos del
mismo-.
Una anécdota
de mi niñez nos ilustra mejor. Todas las tardes debíamos tomar una cucharada de
Emulsión de Scott –aceite de hígado de bacalao- luego de ingerirlo, yo aparentaba
estar muy “tranquilita” como si nada hubiera pasado; pero tan pronto la persona
daba la vuelta, salía corriendo a la galería para tirarlo…hasta que un día me
siguieron y partir de allí, debía abrir la boca para que comprobaran que no
estaba “guardando” nada. De haber
continuado con esa práctica, probablemente mis defensas se habrían fortalecido
y cualquier virus de gripe hubiera podido atacarme más fácilmente; pues, la
bienaventuranza no provenía de tener la emulsión en el botiquín ni de ingerirla
a medias o superficialmente.
Para
meditar: Tengo el botiquín repleto (es decir, mucho conocimiento de la Palabra;
asistencia a charlas, retiros, conferencias) pero pocas veces ingiero las dosis
recomendadas por el Doctor Divino (obedecer/guardar Sus Mandamientos)?
1 comentarios:
linda meditación.
Bendiciones, les visito de El Salvador, desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
MI TESTIMONIO PARA LA GLORIA DE DIOS
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