Qué tienen en común un regalo, una flecha y una bendición? Un salmo!!


En la entrega anterior leíamos que entre las bendiciones que el rey David incluía en sus peticiones a Dios se encontraba la relativa a los hijos (la próxima generación).

En esta ocasión nos referimos a la bienaventuranza de tener “muchos hijos”;  conozco de casos en que personas sin hijos cuando escuchan el versículo 3 del Salmo 127 que dice “Herencia de Jehová son los hijos…”  han considerado que a ellos “Dios los ha desheredado”; sin embargo, recordemos que si bien no todos tenemos hijos biológicos, podemos disfrutar la bendición de tener hijos espirituales. Si no me lo creen, revisemos la vida del apóstol Pablo quien consideraba a Timoteo no solo como su hijo sino también:

a)     1 Cor. 4:17” “…mi hijo amado y fiel en el Señor…”

b)     1 Timoteo 1:2 “…verdadero hijo en la fe…”

c)      2 Timoteo 1:2 “…Timoteo, amado hijo…”

 Así mismo, al referirse a Tito lo calificaba como “verdadero hijo en la común fe…” (Tito 1:4); así mismo, el apóstol Juan en sus cartas se refiere a sus discípulos como “hijitos amados”.  Por lo tanto, la bendición de que trata el Salmo 127:5 no tiene que limitarse a aquellos con hijos biológicos sino también espirituales.

 El salmista compara los hijos, primeramente, con un regalo y una herencia; y posteriormente, con flechas. Al recibir un regalo, lo hacemos con gozo, tenemos cuidado al abrirlo evitando que no se rompa, lo atesoramos; lo agradecemos. Esas mismas acciones debemos tener al recibir el regalo de tener hijos.

Cuando el salmista se refiere a que los hijos son como “flechas en manos del valiente” dice “Feliz el hombre que tiene muchas flechas como esas…”; la flecha ha sido utilizada tanto como instrumento de caza como arma de guerra; en nuestro contexto, se refiere al ultimo concepto –arma de guerra- pues, en diversas traducciones “el valiente” es definido como un “guerrero bien armado”. 

 Por ende, nuestros hijos pueden ser un instrumento que Dios utilice para protegernos en diferentes circunstancias, tal como indica la parte final del versículo 5 “no será avergonzado por sus enemigos cuando trate con ellos en los tribunales” –o se defienda ante los jueces, según otra versión-.

Según algunos medios consultados, para controlar el vuelo de la flecha hacia el objetivo, es necesario dominar nuestro cuerpo y la técnica. Igualmente ocurre con nosotros que para dirigir correctamente “nuestras flechas” necesitamos (i) dominar “nuestro cuerpo” –apetitos, pasiones, deseos, la “carne” como le llama la Biblia- ya que predicamos mas con el ejemplo que con las palabras; pero también, será necesario que (ii) dominemos la “técnica” o sea conocer bien los procedimientos de “manejo y lanzamiento de la flecha” para llevarlos a la práctica con especial habilidad.

En ambos casos, se trata de dar ejemplo; experiencias de vida. Sabemos que no somos perfectos, por lo tanto, cada vez que fallemos delante de nuestros hijos debemos ser “valientes” y reconocer nuestras faltas, pedir perdón y restituir a quien corresponda; saber fallar es parte de la “técnica”.  

En los “procedimientos de manejo y lanzamiento de flecha” encontramos lo siguiente:
  • Para conocer la medida correcta de nuestra flecha necesitaremos la ayuda de otra persona; lo cual ocurre con nuestros hijos, pues, el amor que sentimos por ellos puede cegarnos respecto de sus debilidades; por lo tanto, necesitamos estar abiertos a cualquier consejo que nos puedan dar personas con un caminar recto. 
  • No se coloca la flecha ni se apunta si no tiene un objetivo. Debemos tener claro el camino y la meta por el cual conduciremos a nuestros hijos; para los padres cristianos, en ambos casos, se trata de una persona: Jesus (es el Camino y es la Meta). 

Mi pais esta de luto...y por eso escribo con letras negras


“Bienaventurado el pueblo que tiene esto;
Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová.”
Salmo 144:15-16
En las últimas semanas, en nuestro país se han realizado diferentes manifestaciones contra medidas del gobierno que pretenden cubrir un impactante déficit fiscal heredado de la anterior administración – del mismo partido que ganó las elecciones  el pasado mes de Mayo-.
Entre las imágenes que representan el slogan de la campaña “Mi país está de luto” tenemos la que acompaña esta reflexión, donde vemos una bandera dominicana en la cual se ha sustituido el Escudo Nacional por un lazo negro como símbolo del luto popular; el mismo se ha utilizado en múltiples ocasiones en diferentes países y por diferentes causas; entre las que encontramos, salud, tragedias por actos vandálicos, muerte de alguna figura pública, catástrofes de la naturaleza, entre otros.
Ante dicha sustitución, reflexioné sobre los distintivos de nuestra Bandera Nacional y su significado. Nuestra bandera se compone de los colores azul ultramar y rojo bermellón separados por una cruz blanca:
o   El color rojo representa la sangre derramada por los patriotas para conseguir la independencia.
o   El color azul representa el cielo que cubre la Patria, que Dios protege la nación dominicana y los ideales de progreso de los dominicanos.

o   La cruz central blanca representa la paz y unión entre todos los dominicanos. Según los historiadores, Juan Pablo Duarte –padre de la patria- en el signo de la redención el medio de resolver problema de distinguir nuestra bandera; para significar de este modo al mundo, que el pueblo dominicano, al ingresar en la vida de la libertad, proclamaba la unión de todas las razas por los vínculos de la civilización y del cristianismo.

o   En el centro se encuentra otro símbolo patrio: el Escudo Nacional.

A su vez, nuestro Escudo lleva en el centro, la Biblia abierta en el Evangelio de Juan, capítulo 8, versículo 32, y encima una cruz; está coronado por una cinta azul ultramar en la cual se lee el lema “Dios, Patria y Libertad”.

Fue precisamente este símbolo -que representa el cristianismo- el cual fue sustituido en ocasión de las protestas actuales, en señal del luto de nuestro país.

Aunque la intención de los organizadores de esta campaña es comunicar un mensaje de sentimiento nacional de hastío contra medidas gubernamentales; cuando observamos "a la Luz de Su Palabra" la realidad sobre la actitud de indiferencia, apatía y rechazo de este pueblo a los principios y verdades bíblicas, no podemos menos que pensar que ciertamente ese lazo negro advierte sobre la realidad espiritual de esta nación -nada pudo ser mas representativo-; mientras que los símbolos contenidos en el Escudo no reflejan el diario vivir de esta amada nación. Y es por eso, que en esta ocasión, lees en letra negra.

Cuando leemos el Salmo 144 –donde se encuentran los versículos objeto de esta reflexión- nos encontramos que su titulo es “Oración pidiendo socorro y prosperidad” y se inicia con una declaración de confianza, alabanza y adoración por parte del rey David a Jehová…su Roca…su Entrenador…su Misericordia…su Castillo…Su Fortaleza…Su Libertador…Su Escudo…Quien sujetaba al pueblo que el rey David gobernaba. Luego continúa con una serie de peticiones a Dios reconociendo que su victoria venia de El; pide por las futuras generaciones (hijos/hijas), por protección, por provisión y concluye con la declarando que el pueblo que tiene todo “esto” es bienaventurado porque tiene a Jehová como Dios.  

Si hoy no tenemos todo “esto” es debido a que justamente –como pueblo- no tenemos lo esencial: a Jehová como nuestro Dios.  No tenemos esperanza? Claro que SI!! “volvámonos a Dios como nos dice Jeremías 3:21-22

»Una voz se oye sobre las alturas, llanto de los ruegos de los hijos de Israel,
porque han torcido su camino,
se han olvidado de Jehová, su Dios.  ¡Convertíos, hijos rebeldes,
y os sanaré de vuestras rebeliones! »

Y, mientras tanto, a aquellos que, por Su Gracia, ya nos hemos vuelto a El, la Palabra nos ordena en 1 Timoteo 2: 1-3:
»…Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias
por todos los hombres, por los reyes y por todos los que tienen autoridad,
para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.
 Esto es bueno y agradable delante de Dios, nuestro Salvador…»

Un botiquín repleto no te sana

De manera sorprendente, nos encontramos en la recta final del “Bienaventurado 2012” y si continuáramos nuestras reflexiones tomando un versículo para cada una, no tendremos días suficientes para concluir nuestro recorrido por el “Jardín de las Bienaventuranzas”; como dice la canción “no sé tú, pero yo…” no me había dado cuenta de cuán florido es este hermoso jardín (o sea, cuán bienaventuradas –felices/dichosas/bendecidas- somos aquellas que por Su Gracia hemos sido llamadas Sus hijas).

Con el propósito de “aprovechar bien el tiempo” que nos resta en este año, hemos preparado unos ramilletes de bienaventuranzas tomando en cuenta el tema que tratan. En esta ocasión corresponde al ramillete de “la obediencia”.

Este ramillete está compuesto por flores de los Salmos (119:1-2; 128:1); de Proverbios (8:32-34; 28:14; 29:18), de los Evangelios (Lucas 11:28; Juan 13:17), de la carta de Santiago (1:25) y hasta de Apocalipsis (22:7).

Que tienen en común estas “flores” para que las coloquemos en el mismo ramillete? Todas nos permiten disfrutar el grato olor de la obediencia presentada en sus fragancias “temor a Jehová”, “andar en Sus Caminos”, “guardar Sus Testimonios”, “guardar Su Ley”, “escuchar Su Voz”, “oír Su Palabra”, “practicar lo aprendido”, “ser hacedores y no solo oidores”, entre otras.

Observando este ramillete nos damos cuenta que ni por “saber” ni por “oír” la Palabra ni la obra de Jesús seremos llamadas bienaventuradas; sino que la “dicha” llega cuando la ponemos en práctica.

Cuando nos quedamos en la primera parte (saber/oír) es igual a ser diligentes en visitar el médico al sentir alguna molestia; salir del consultorio y comprar las medicinas que nos haya indicado y luego llegar a la casa y guardarlas en el botiquín sin tomar la dosis que se nos recetó; como si fuéramos a  ser sanadas por el simple hecho de llenar nuestro botiquín de cuantos medicamentos nos haya indicado el médico.   

Recuerdo una ocasión en que alguien me confrontó diciéndome “tú crees que porque compraste la medicina te vas a sanar sin tener que tomarla?” Lo mismo ocurre con  la Palabra; erróneamente pensamos que por “saberla/conocerla/oírla” es suficiente; sin embargo, la misma Palabra es clara diciéndonos que si no la ponemos en practica “nos engañamos a nosotras mismas”; por lo tanto, quien así haga, no será llamada bienaventurada.

Tenemos que reconocer que en ocasiones el “medicamento” que se nos ha prescrito tiene un sabor “amargo” por lo que preferiríamos evitarlo –o por lo menos hacer creer a los demás que lo hemos tomado aunque a la menor oportunidad nos deshacemos del mismo-.

Una anécdota de mi niñez nos ilustra mejor. Todas las tardes debíamos tomar una cucharada de Emulsión de Scott –aceite de hígado de bacalao- luego de ingerirlo, yo aparentaba estar muy “tranquilita” como si nada hubiera pasado; pero tan pronto la persona daba la vuelta, salía corriendo a la galería para tirarlo…hasta que un día me siguieron y partir de allí, debía abrir la boca para que comprobaran que no estaba “guardando” nada.  De haber continuado con esa práctica, probablemente mis defensas se habrían fortalecido y cualquier virus de gripe hubiera podido atacarme más fácilmente; pues, la bienaventuranza no provenía de tener la emulsión en el botiquín ni de ingerirla a medias o superficialmente.

Para meditar: Tengo el botiquín repleto (es decir, mucho conocimiento de la Palabra; asistencia a charlas, retiros, conferencias) pero pocas veces ingiero las dosis recomendadas por el Doctor Divino (obedecer/guardar Sus Mandamientos)?
 

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