Testimonio de Esperanza: Siendo madre espiritual


Espero que Dios me permita en algún momento escribir todo lo que ocurre "detrás del telón"  en la medida en que corresponden los temas que he ido publicando; solamente puedo decirles que he aprendido a "VERLO EN LOS DETALLES" como dice la canción; El nunca llega tarde; El es fiel.


Porqué todo ese preámbulo? Porque en Su Providencia, en lugar de un testimonio para este mes, nos ha provisto de dos para compartir en ocasión del Día de las Madres.

El primero, que compartimos en el día de hoy sobre la esperanza que Aquel que es la Vida trae a las mujeres (dadoras de vida) aún cuando nuestros vientres (físicos) no han podido concebir, llenando nuestra aljaba  espiritual de preciosos retoños en la medida en que aprendemos a rendirnos a El; y el segundo, sobre cómo podemos renovar nuestras mentes durante los años de crianza, que a veces parecen interminables y agotadores.


Testimonio de Cornelia Hernández:

Desde antes de casarme tenía el sueño de construir un matrimonio cristiano, armonioso que pudiera darnos la base para ser buenos padres. Así que, decidí que mi novio debía ser un cristiano comprometido con la causa de Cristo. A  decir verdad, no fue que lo busqué sino que Dios nos acercó, aunque pueda sonar trillado; pero a medida que pasan los años, esta realidad se vuelve más evidente.

Cuando nos casamos ya me había graduado de medicina y tenía planificado la época en que tendríamos los niños. Imagínense, yo había estudiado medicina, tenía toda la información que se requería para conocer mi cuerpo y los métodos de planificación y fecundación. Conocía mi cuerpo, mis ciclos menstruales, y todo lo demás.

Así que, después del primer año empezamos a buscar bebé.  Cuánta ilusión, cuántas pruebas de embarazo fallidas! Al principio lo tomé con calma, luego de dos años de intentos sin resultados positivos, empezamos a buscar especialistas. Cuántos exámenes y estudios! Y… nada; en varias ocasiones, alguno que otro médico nos decía que no entendía porqué no salía embarazada.

En ese tiempo mi vida de oración  estaba centrada en ese tema, casi exclusivamente. Como mis ciclos eran algo irregulares, en ocasiones me “retrasaba”, eso me ilusionaba, pero no decía nada, luchaba para no sentirme así, pues no era nada seguro. Al día siguiente, cuando descubría que era un simple retraso me desboronaba, lloraba delante de Dios, le decía que no entendía, que por favor, me concediera el privilegio de ser mamá. Otras veces le exigía, entendiendo que lo merecía… que era una buena idea… no tenía nada de malo, porqué no?

Cuando me levantaba, agotada de esas oraciones, con una actitud confusa entre conformista y esperanzada, me decía: “Tal vez el próximo mes”.

Con el tiempo Dios en Su amor me permitió ver las cosas diferentes: como El las ve. Eso sí que fue un proceso. Esas actitudes en mi oración fueron menguando, o sea duraban menos tiempo, terminaba menos agotada, pero confundida; al día siguiente, todo estaba claro, entonces oraba: “Señor, la oración de ayer, bórrala!, esta es la de verdad: Quiero Tu voluntad! No estoy segura de lo que eso significa, pero no importa, no quiero nada que tú no quieras para mí; no me hagas caso, tú sabes que yo vivo soñando, tráeme a Tu verdad”.

Continúa.../

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