Me ha impresionado tanto lo que a mis ojos parecería que Dios ha insistido en enseñarme, creando conciencia en mi corazón, mi mente y todo mi ser respecto a varios tópicos relacionados entre sí; como son a) la invisibilidad: b) el caminar hacia las aguas profundas, es decir, descendiendo; c) muriendo a mí misma, pero al mismo tiempo un fuerte llamado a perseverar, a no desmayar ante los aparentes fracasos para que Su Carácter sea formado en mí.
En medio de estas aparentes enseñanzas, estuve pensando en el precioso video de La Mujer Invisible; entonces me vino a la mente un personaje de la Biblia quien con mucha seguridad también se sentía "invisible".
En medio de estas aparentes enseñanzas, estuve pensando en el precioso video de La Mujer Invisible; entonces me vino a la mente un personaje de la Biblia quien con mucha seguridad también se sentía "invisible".
Este personaje es Agar (puedes leer su historia en los capítulos 16, 17 y 21 de Génesis).
Y digo que parecería que ella se sentía invisible porque cuando tuvo un encuentro con el Angel del Señor (según los estudiosos de la Palabra, cuando en el Antiguo Testamento se refiere al Angel de Jehova o el Angel del Señor, se trata en realidad de Jesucristo) lo que más le impresionó era que El la veía y por eso lo llamó EL DIOS QUE ME VE; y al lugar del encuentro EL POZO DEL DIOS QUE VIVE Y ME VE.
Agar estaba sola con su pequeño hijo en el desierto, huyendo; probablemente sintiéndose menospreciada, sin valor alguno, sin esperanza y hasta culpable por su pecado; el desierto es lugar de soledad, donde puedes sentir abandono, desánimo, fatiga, hambre, sed; esas mismas necesidades las experimentamos cuando atravesamos un desierto espiritual, emocional; cuando nos percatamos de que nadie nos ve, es decir, nadie nos afirma, nos valora, nos agradece y hasta celebramos nuestras super fiestas de "pobrecita yo" hundiéndonos así aún más en una tormenta en el desierto, quizás hasta pensando que ese va a ser el lugar de nuestra muerte.
Pero allí en ese lugar de total invisibilidad (donde ningún ojo humano la veía) la visitó la Gracia de Dios (Efesios 2:5) y le trajo esperanza a su alma sedienta, le dio promesas, le habló de los planes que tenía para ella (Jeremías 29:11), restauró su alma (Salmo 23:3 "confortará mi alma").
Y en su asombro, ella le llama EL DIOS QUE ME VE, es como si fuera un grito de júbilo: no estoy sola, no estoy desamparada porque EL DIOS QUE VIVE, ME VE, me ve en mi pecado y me visita con Su Gracia, no soy invisible para El, mis necesidades no le son indiferentes, El me ama, El le da un nuevo sentido a mi vida, El me rescata del desierto, en El tengo esperanza, tengo un futuro, tengo vida; El ha borrado mi pasado, puedo seguir adelante con la seguridad de que " aunque pase por valle de sombra de muerte no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo" (Sal.23:4), no tengo porqué temer porque El me rodea, El me ve, El me cuida, El guarda mis pasos.
Así que para todas esas amadas mujeres invisibles: RECUERDA QUE EL DIOS QUE VIVE, TE VE y siempre te verá, no hay lugar donde puedas escapar de Su Espíritu (Salmo 139); gracias Padre que aunque pueda sentirme invisible Tu siempre me ves, Tú no duermes ni te adormeces (Salmo 121), es decir, que ni siquiera cierras los ojos, en todo tiempo estás atento a mí. Sobre mí has fijado Tus Ojos (Salmo 32:8).
Que sólo nos interese, busquemos, anhelemos saber que cuando Tú nos veas, Tu rostro se ilumina con una sonrisa; no nos dejes entretenernos ni conformarnos con la visibilidad ante los ojos humanos, pues ninguna mirada de este mundo se compara a la DEL DIOS QUE VIVE Y ME VE, esa es la mirada que trae esperanza, consuelo, restauración, es la mirada que me comunica planes de bienestar y no de mal.
Esta meditación trajo a mi memoria una alabanza que habla de esa mirada del Señor a nuestras vidas:
Tus ojos revelan que yo, nada puedo esconder, que no soy nada sin Tí, mi fiel Señor, todo lo sabes de mí, cuando miras el corazón, todo lo puedes ver, muy dentro de mí, llevas mi vida a una sola verdad, que cuando me miras, nada puedo ocultar. Sé que es Tu fidelidad, que lleva mi vida más allá de lo que puedo imaginar; sé que no puedo negar que Tu Mirada puesta en mí... me llena de Tu Paz"
Que sólo nos interese, busquemos, anhelemos saber que cuando Tú nos veas, Tu rostro se ilumina con una sonrisa; no nos dejes entretenernos ni conformarnos con la visibilidad ante los ojos humanos, pues ninguna mirada de este mundo se compara a la DEL DIOS QUE VIVE Y ME VE, esa es la mirada que trae esperanza, consuelo, restauración, es la mirada que me comunica planes de bienestar y no de mal.
Esta meditación trajo a mi memoria una alabanza que habla de esa mirada del Señor a nuestras vidas:
Tus ojos revelan que yo, nada puedo esconder, que no soy nada sin Tí, mi fiel Señor, todo lo sabes de mí, cuando miras el corazón, todo lo puedes ver, muy dentro de mí, llevas mi vida a una sola verdad, que cuando me miras, nada puedo ocultar. Sé que es Tu fidelidad, que lleva mi vida más allá de lo que puedo imaginar; sé que no puedo negar que Tu Mirada puesta en mí... me llena de Tu Paz"
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