Quiera Dios que sigamos recordando
que en Cristo somos “demasiado bienaventuradas para estar estresadas”, no sé
ustedes, pero estoy necesitando tener esa verdad bien fresca en mi mente para
que no se me olvide “todo lo que tengo/soy/puedo hacer en El”. Si no nos predicamos Sus Verdades minuto a minuto,
segundo a segundo…irremediablemente caemos en la misma vieja telaraña de pecado
que nos impide continuar adelante hacia donde Él quiere que lleguemos.
Aun nos encontramos en nuestro precioso
jardín de bienaventuranzas de los salmos. En esta ocasión, el la jardinera que
contemplaremos tiene el titulo de “Salmo 2” donde encontramos lo que provoca la
maleza de la rebeldía, falta de sumisión hacia Dios, Sus Propósitos y Su Revelación; sin embargo, escondida
entre esos espinos y abrojos, se encuentra la bella flor de la bienaventuranza,
con toda su fragancia y colorido: Bienaventurados los que confían en El (v.12);
en este caso, esa confianza se refiere mas bien a no desafiar al Señor lo que
nos ayuda a evitar Su Respuesta a la rebelión humana (Su ira).
A los rebeldes
(donde nos encontramos todos los que en “pecado hemos sido concebidos”) Dios
nos confirma que Su Palabra se cumplirá, nos recuerda Su Soberanía, y que
debemos someternos a Su Señorío; dejándonos ver que no es mas que vanidad
(hueco/vacío) creer que podemos detener Sus planes.
Me encantó como la versión de la
Biblia “Traducción al lenguaje actual” presenta el versículo 12 cuando dice
“Dios bendice a los que en El confían” En esa traducción vemos mas claro el significado
de ser “bienaventurado”, es contar con la bendición de Dios; es decir, que
aquellos a quienes Dios bendice son “bienaventurados”.
Esa verdad que encontramos en elv.12
nos recuerda Hebreos 11:6 “Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque el
que se acerca a Dios es necesario que crea que El existe y que es galardonador
de los que en El confían”.
Dios bendice/galardona/recompensa
a aquellos que tienen su fe puesta en El, los que confían en Su Palabra, en Su Revelación
y se someten a ella, en lugar de planear “cosas vanas”, de pretender oponerse a
la misma.
La semana pasada, mi fe fue probada
al enfrentarme a dos “antiguos monstruos del pasado” durante la semana santa; para
mi vergüenza y humillación (el salmista dice que es bueno haber sido humillado
para que aprendamos Sus Estatutos…o sea que fui bendecida con esa humillación)
no salí bien parada de esa prueba, pues, dejé que el monstruo miedo y su esposa
ansiedad provocaran un corto circuito en mi CPU haciendo que se borraran todos
los versículos donde Él nos dice que estamos “bajo Sus Alas”, que Él tiene
control de cuanto acontece, que no caen dos pajarillos sin que Él lo permita.
Entonces cuando recordaba que debía
escribir sobre la bienaventuranza de este salmo; créanme que le estaba
“huyendo” porque entendía que dada mi reacción, no calificaba para escribir
nada sobre esa bienaventuranza del Salmo 2 (bienaventurados los que confían en
El); pero en Su Gran Misericordia El me sacó del “legalismo” donde estaba
cayendo, al recordarme a través de 1 Tes.5:23-24 que Él fue Quien me llamó y Él
se encargará de guardarme, santificarme hasta el final. Él lo hará…no yo.
Ese
pasaje me trajo la esperanza de que aunque no estoy donde quisiera estar,
llegaré donde Él quiere que yo llegue. Y El sacó ala luz algo que El sabia que
estaba en mi corazón, pero que yo desconocía; algo por lo cual estoy orando
ahora: mi fe necesita fortalecerse, necesita crecer, madurar…muchas verdades
que están en mi mente necesitan penetrar hasta las capas mas profundas de mi
corazón.
Por lo tanto, ahora quiero no tan
solo ser (i) “su hija en quien Él se regocija” (en lugar de hija prodiga);
(ii)una mujer que pone su esperanza en Cristo (en lugar de una mujer
deprimida); (iii)una mujer bienaventurada (en lugar de una mujer que no percibe
ni agradece Sus bendiciones)… quiero ser (v) una mujer de fe (en lugar de una
que duda).
Finalmente, la verdad? Nunca calificaremos
ni para esta bienaventuranza ni para ninguna otra, sino fuera por Su
Gracia…nuestra competencia viene de Dios para que no se nos olvide nunca, nunca,
nunca que “tenemos este tesoro en vasos de barro para que la excelencia del
poder sea de Dios y no de nosotros…” 2ª Corintios 4:6-7. No obstante, esto no
debe ser excusa para seguir haciendo “aquello por lo cual Cristo murió y pagó”.
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